El Siervo de Dios Antonio Caba Pozo, es el único seminarista del grupo de 16 mártires que serán próximamente beatificados, “fue un joven inteligente, con corazón misionero y evangelizador cuyo mayor afán era llevar a muchos al cielo” según cuentan sus familiares. Recibió el martirio antes de cumplir los 22 años.

El mártir Antonio Caba Pozo nació en Lanjarón, en 1914. Hermano de Virtudes y Amelia Caba, fue seminarista del Seminario San Cecilio donde cursó hasta el segundo curso de Teología y en el que destacó por sus excelentes calificaciones.

Su sobrina, Mª del Carmen Vera Cava, recuerda lo que sus tias le contaban del mártir, especialmente Virtudes, que fue Hija de la Caridad y con quien el Siervo de Dios compartía muchas confidencias: “Mi tía siempre lo tenía presente en sus oraciones, desde su martirio ella ya lo consideraba santo. Aunque no lo he conocido en persona, todos en casa le tenemos un especial afecto y cariño”, comenta Mª del Carmen, que guarda una fotografía de su tío encima de la cómoda en la que se puede ver a un joven rubio, guapo y de ojos claros.

“En el Seminario obtuvo varios premios extraordinarios y distinciones honoríficas, estaba muy comprometido con los necesitados y en el servicio a los demás. Los veranos que pasaba en Lanjarón se dedicaba a evangelizar a otros jóvenes como él. Realmente se encontró con la santidad por el camino más corto que es el martirio”, comenta su sobrina.

D. Antonio Caba, además, quería ser jesuita con una vocación misionera incipiente latiendo en su corazón. “Era la amabilidad, alegría, ilusión y optimismo personificados”, resalta.

UN CORAZÓN APASIONADO QUE MURIÓ POR CRISTO

Para D. José Podial, sobrino cuyo padre fue primo hermano del mártir, “era muy querido en Lanjarón, en el pueblo aún se recuerda su entierro que fue multitudinario”, recuerda.

Los padres del futuro beato eran propietarios del Hotel San Roque, lugar donde Antonio reunía a sus amigos en verano y les habla de Dios de forma catequética, “su afán era estudiar mucho para llevar a Dios a los demás, su afán era llevar a muchos al cielo”, destaca D. José.

Recordando su martirio, su sobrino resalta como aún cuando lo detuvieron el 19 de julio de 1936 aún en la cárcel hablaba con los carceleros, uno de ellos era antiguo compañero suyo de colegio, avisándoles de la gravedad de sus actitudes. “Era muy mariano, nunca faltaba el rezo del Rosario, lo llevó hasta su martirio”.

El joven Antonio Caba perdió la vida a cosnecuencia de un disparo que recibió en la carretera de Órgiva, en el momento no murió y fue trasladado al Hospital de San Juan de Dios donde nada pudo hacerse por su recuperación. Fue trasladado de nuevo para fallecer en su casa, en Lanjarón, no había cumplido aún los 22 años.

“Para mí la principal enseñanza que nos dejó Antonio es que para amar al Señor hay que tener paz y amistad con Dios. De ahí proviene el amor a los demás, el ser capaz de dar la vida por los demás y por la propia familia. En la vida cristiana el fundamento tiene que ser el trato con el Señor”, asegura D. José.

Toda la familia Caba Pozo vive con “mucha alegría” la próxima beatificación del Siervo de Dios al que, tanto Mª Carmen como José, coinciden en están muy contentos y que ya le encomiendan en oración asuntos que necesitan de la intercesión del mártir de Cristo y que se convertirá en beato de la Iglesia el próximo 26 de febrero.

María José Aguilar