El futuro beato D. José Rescalvo fue párroco de Castell de Ferro y Calahonda, pasando también por Pampaneira, Trevélez, Cástaras hasta que en 1924 llegó a su último destino en la parroquia de Santa Ana en Cádiar, donde los fieles esperan “con ilusión” la celebración de su beatificación.
Varias localidades de la Alpujarra granadina fueron testigo del paso y del servicio ministerial como pastor del Siervo de Dios José Rescalvo. Actualmente, D. Carlos Villalobos, párroco de Santa Ana en Cádiar y de la parroquia de Lobras, se admira de la providencia de Dios que le encomienda ser pastor en una tierra donde se ha derramado la sangre de mártires como D. José Rescalvo.
“La parroquia de Cádiar vive con ilusión y muchas ganas la beatificación del que fue su pastor hace décadas. Su beatificación da vida a la parroquia también hoy. Los fieles esperan una vez que se beatifique el poder venerarlo y pedir su intercesión”.
También D. Carlos asegura que la comunidad crece cada vez más en la conciencia de que «una beatificación es una celebración de la fe que lleva a dar la vida por Cristo”, destaca.
Para aquellos que han ido descubriendo la vida y la figura de D. José Rescalvo desde que fuera proclamado Siervo de Dios resaltan que era una persona muy cercana, aún estando enfermo fue muy valiente la noche de su martirio, cuando lo sacaron de la cama él sabía a lo que iba a enfrentarse y no dudó. “Para mí, este mártir es ejemplo de que su vida estaba enteramente en las manos de Dios y es eso lo que permite afrontar cualquier cosa”, destaca el actual pastor de Cádiar.
LA VIDA DE LOS MÁRTIRES, IMPULSO PARA LAS NUEVAS VOCACIONES
“En la parroquia de Santa Ana cada vez somos más conscientes de que esta gracia del paso de D. José Rescalvo por esta localidad nos hace “formar parte de una cultura de fe”, tomar conciencia de que aunque hoy ir a Misa es algo normal para un cristiano, en otros tiempos ha habido quién ha tenido que derramar su sangre por ello, es una invitación a ser luz en medio de las situaciones difíciles que muchas veces se viven en los pueblos”, asegura el párroco.
Asimismo, afirma que conocer la vida del futuro beato le anima mucho como sacerdote: “siento un temor de Dios cuando me planteo hasta qué punto soy llamado también a dar la vida. El testimonio de los mártires ayuda en ese sentido”, destaca D. Carlos Villalobos.
También reflexionando sobre el martirio, concluye que es un don de Dios que se vive toda la vida. “El mártir, como lo fue D. José, vive esa gracia toda la vida, entregándose por los demás. La entrega total de vida es lo que hace que en el momento final uno pueda pasar por la tribulación. Nuestra misión como sacerdotes es entregar la vida, no hacer muchas cosas”, resalta.
María José Aguilar