Los santos que ya han llegado a la presencia de Dios mantienen con nosotros lazos de amor y comunión. […] Podemos decir que «estamos rodeados, guiados y conducidos por los amigos de Dios […] No tengo que llevar yo solo lo que, en realidad, nunca podría soportar yo solo. La muchedumbre de los santos de Dios me protege, me sostiene y me conduce».